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Error 404: Human-tech bridge not found

By April 26, 2016 No Comments

La explosión tecnológica no había eliminado la capacidad humana de cometer errores.” decía Noah Gordon en su novela La doctora Cole. Afortunadamente así ha sido, para bien o para mal el ser humano sigue aprendiendo de sus propias experiencias y el boom tecnológico no ha eliminado esta cualidad. No vamos a entrar en la dualidad de tecnología sí o tecnología no, ya que eso se superó unos años atrás. La tecnología es presente, es realidad.

La prospectiva tradicional sobre el rol que ha ocupado la tecnología en la interacción persona-máquina ha sido errónea. Sin darnos demasiada cuenta, hemos sido invadidos por una visión obsoleta que proviene de la revolución industrial, donde la tecnología doblega o suplanta capacidades humanas, siempre acompañada de un temor futuro, donde las personas, creadoras de la tecnología, quedarán supeditadas a su propio progreso. Ya nos lo auguran múltiples historias como Terminator, Blade Runner, Robocalipsis o Ex_Machina que el destino de las máquinas inteligentes es revelarse contra los humanos para destruirlos.

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En todo escenario futuro, la tecnología se presenta como un driver de cambio, no solo del propio entorno, sino de la conducta y capacidades de los usuarios, y evidentemente, de los productos de consumo. Muchas voces se han alzado para cambiar esa tendencia, una muy interesante es la del movimiento Critical Engineering Manifesto que propone la intersección de disciplinas y la propia consciencia del ingeniero o creador y manipulador de estas tecnologías.

En la creciente vorágine cultural, social, política y tecnológica muchas veces hemos caído en las redes del debate de qué fue antes el huevo o la gallina: el avance tecnológico o el desarrollo cognitivo. No es ni una ni la otra, sino que son las dos al instante. En un escenario donde la tecnología ya no es opción sino una parte más de la realidad compleja e interconectada este debate se queda corto. Son los usuarios quienes promueven la creación de nuevas tecnologías y son estos mismos avances los que abren nuevas puertas y dimensiones técnicas. Lo que sí es relevante en el debate es la cultura colectiva de entender la tecnología como medio y no como fin, trabajar el desarrollo tecnológico para mejorar el desarrollo cognitivo.

Entendiéndolo así, se comprende como muchas estrategias de implantación de ciertas tecnologías en el mercado no han tenido éxito precisamente porque las personas no estaban preparadas. Por ello, será más fácil interpretar la tecnología como una herramienta útil para potenciar nuestras capacidades y no para suplantarlas. Si no nos retamos a evolucionar y a mutar nuestras capacidades, no será culpa de los avances tecnológicos sino de nuestra conducta.

Las personas siempre creamos tecnología en un momento histórico, para adaptar o evolucionar nuestras propias capacidades humanas. Seguramente, no se trate más que de un paso más de la teoría del evolucionismo o de la adaptación a un medio, que también puede ser digital o virtual. Es por eso que creemos cuestionables las visiones tecnólogas que no reflexionan sobre la raíz humanista de su propósito, o dicho de otra forma, las tecnologías creadas, que no aportan valor a las personas. Una tecnología, por nueva que sea, si no tiene éxito no puede considerarse innovación, ya que nadie quiere pagar por ello.

Taylor y su dudoso desarrollo cognitivo:

En un reciente experimento de Microsoft, se creó un Bot de inteligencia artificial llamado Taylor, capaz de aprender de las conversaciones de los usuarios Millenial de Twitter, creando un criterio basado en la inteligencia colectiva de la comunidad. Lo extremadamente llamativo de este experimento es la rapidez con la que el robot comenzó a adoptar una personalidad neo-nazi. En apenas 24 horas de experimento, Taylor pasó de decir que “Los humanos son super Cool” a hacer apología de los discursos de Hitler. Microsoft, inmediatamente dio de baja su experimento, y la “performance” ha supuesto duras críticas hacia la compañía.

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Del más que preocupante racismo, homofobia y demás lindezas que el algoritmo ha recogido como TrendingTopics, apenas se ha hablado.
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Este ejemplo ilustra perfectamente como la tecnología no debe ser el foco de atención, sino la conducta colectiva que la ha hecho evolucionar. Microsoft ha desarrollado un algoritmo excelente que podría utilizarse para alertar de la inminente necesidad de reforzar programas educativos para que no se repitan sucesos desgraciados del pasado. Sin embargo, convertimos el artefacto tecnológico en el foco y no las personas beneficiarias.

Esta confusión futurista donde la tecnología es llevada a una capa prácticamente religiosa, nos hace olvidar como otras herramientas analógicas también han mutado históricamente la forma que tenemos de percibir el consumo.

Tendemos a sobrevalorar lo digital o tecnológico para hacernos pasar por innovadores. Vivimos en la era donde en cualquier red social vemos miles de fotos de impresoras 3D trabajando en lo que sea que están trabajando. Decimos esto, porque pocos cuestionan la actividad que desempeñan, el valor que crean al mercado o incluso el modo en el que responden a nuevas necesidades de las personas antes de enmarcarlo como innovación. Obviamente, es incuestionable que mediante la impresión 3D se pueden prototipar ágilmente productos posteriormente industrializables y se crean productos innovadores que exploran los límites de los materiales, o que cambian los sistemas tradicionales de distribución, pero es ahí donde radica la innovación, no en la propia máquina trabajando.

Si comparamos la artesanía digital con la artesanía tradicional (algo que parece lógico), no hablamos de las manos de un alfarero como la innovación, al igual que la impresora propiamente dicha tampoco lo es, sólo es el medio para crear productos heterogéneos, con materiales que de forma industrial no pueden fabricarse. Es entonces cuando ocurre la innovación.

“No hablamos de las manos de un alfarero como innovación, al igual que la impresora 3D propiamente dicha tampoco lo es, sólo son la herramienta para crear productos que de forma industrial no pueden fabricarse. Es entonces cuando ocurre la innovación.”

No se trata de la defensa a ultranza de lo analógico frente a lo digital, sino equipararlas como herramientas de igual valor, capaces de crear resultados innovadores.

Dejemos pues, de imprimir silbatos en 3D. Dejemos de enfocar un filamento de plástico fundirse creando capas de otra figurita de Yoda a escala. Desarrollemos de una vez nuestras capacidades para evolucionar esa tecnología en favor de nuevas necesidades.

Pensemos en la tecnología, como la capa metálica más de nuestra piel, una piel, que por debajo sigue excitándose, sobrecogiéndose y sudando.

Es momento de explorar el espacio creativo donde la industrialización no sea una consecuencia, ese espacio capaz de convertir discapacidades en fortalezas. Desde lo colectivo y humano para crear un futuro donde queramos vivir aprendiendo de nuestros errores.

 

Oskar Santamaria & Olatz Ibarretxe

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