Nuestra conducta en el consumo de productos, está condicionada por la percepción estética colectiva que se tenga de dicho mercado, en un periodo de tiempo muy concreto. Así, todos observamos, comparamos y determinamos los códigos estéticos que simbolizan alguna funcionalidad que necesitamos, bien sea intrínseca al producto o sean valores añadidos que hablen de nuestras propias aspiraciones.
¿Cuándo consideramos vanguardista una estética? ¿Quién provoca la obsolescencia estética en el mercado? ¿Cómo serán los productos del futuro? Son algunas de las preguntas que sin querer respondemos a través de nuestro consumo. La constante adaptación del mercado a sus consumidores, hace que las referencias estéticas de éstos constantemente muten, haciendo que las formas que antes nos transmitían vanguardia e innovación, pasen a ser visualmente manidas y nos hablen del pasado. Esto a su vez, hace que se perpetúe un consumismo que no se guía únicamente por la funcionalidad del producto, sino también por los atributos estéticos que nos reportan los mismos.
“Las micro-tendencias describen el imaginario colectivo y la cultura visual de un territorio. Comprenderlas y aplicarlas puede convertirse en un motor económico para las empresas productoras.”
Comparativa estética entre dos escenarios similares de “self-driving cars” de los años 70 y la visión actual de Mercedes-Benz.
El constante estímulo al que sometemos a nuestros sentidos, nos hace tener la habilidad de diferenciar y contextualizar un producto como presente o pasado, inspirador o plano, obsoleto o vintage. Una muestra de ello, es rescatar las visiones futuristas que se tenían en una década analógica como los años 70. Las formas orgánicas con las que imaginaban el futuro, eran especialmente inspiradoras en un periodo donde la sociedad miraba a la conquista de la luna como un referente inspirador y vanguardista, pero que actualmente las percibimos como estéticamente anacrónica. Si bien, es interesante visualizar cómo proyectaban escenarios futuros interesantes bajo el título Sci-fi (ciencia-ficción), que posteriormente se ven materializados con una nueva estética, coherente a los referentes contemporáneos.
Yo, Trendsetter
Proponer una nueva estética en el mercado supone un riesgo estratégico que muy pocas marcas pueden asumir. Ser trendsetter, es un sumatorio de varias aptitudes trabajadas durante largos periodos de tiempo, donde se certifica la fiabilidad del criterio trendsetter: una importante masa crítica espectante a sus nuevos lanzamientos, una coherencia histórica o la capacidad constante de disrumpir los cánones establecidos son algunas de las características de estos “faros” que nos iluminan y guían hacia un rumbo formal u otro. Por ello, durante la fase de diseño estratégico se evalúa la posición de la empresa en el ciclo de la tendencia, cuáles son los referentes a los que se proyecta la marca y el comportamiento que esperan los consumidores por parte de la marca. Solo así, las empresas podrán adaptarse a las nuevas tendencias del mercado, incorporándose a sus propios métodos de gestión de la innovación.
Las micro-tendencias como parte del proceso estratégico y creativo.
Las micro-tendencias o tendencias CMF (Color+Material+Forma) describen el imaginario colectivo y la cultura visual de un territorio. Comprenderlas y aplicarlas, puede convertirse en un motor económico para las empresas productoras. Por eso en DOT, hemos trabajado durante años en desarrollar una metodología para detectarlas en un estado incipiente. Dinámicas pautadas de observación y monitorización de los códigos formales que reúnen los nuevos productos y quienes son los nuevos referentes visuales (trendsetters). Sólo de esta forma podemos acompañar a las marcas a adaptar sus productos bajo los criterios estéticos del mercado vigente y a su vez, transmitiendo sus valores e identidad de marca.
Democratizar y acercar las tendencias e incorporarlas a las dinámicas de las organizaciones, pasa por simplificar las herramientas y dotarlas de la mayor funcionalidad y versatilidad. Por eso creamos las DOT TrendCards, un repositorio anual de las principales tendencias estéticas, en un cuidado formato que cuenta con información relevante para su interpretación y aplicación: el propósito estético de la tendencia, las empresas trendsetter, los principales mercados a los que podría aplicarse, etc.
El valor de las micro-tendencias puede enmarcarse en dos momentos concretos del desarrollo de un producto: el diseño estratégico y la conceptualización o desarrollo creativo. Su potencial como herramienta no reside únicamente en su estudio, sino en la interpretación y aplicación a productos reales. Una herramienta para adelantarse a los cambios y ser parte de ellos.